sábado, 15 de septiembre de 2007

Las grandes empresas y su discurso autoritario

Hace unos días, la Cámara Argentina de Anunciantes, emitió un comunicado de prensa que tituló: “La comunicación viral malintencionada no debe contagiarse”. Al primer contacto con la pieza, horribles sensaciones me invadieron: la idea de un “contagio” que “debe evitarse”, al referirse a conductas supuestamente reñidas con la ética, me llevó automáticamente a épocas siniestras de nuestra historia, en la que se agitaban estos fantasmas, y se instaba a “los argentinos” a no temer si caminaban por “la vereda del sol”.

La comunicación oficial de la Cámara, comienza:
“Internet es un nuevo medio de comunicación que ofrece oportunidades crecientes en el espacio y en el tiempo. Como cualquier medio, puede ser empleado al servicio de la verdad o con fines reñidos con la ética y con la ley.”

En primer término, cabe preguntarse si un medio que se acerca a los veinte años de existencia es nuevo, y en segundo lugar, también me permito cuestionar la pertinencia de este párrafo, ya que no sólo Internet o los medios de comunicación pueden ser usados legalmente, o de manera contraria a derecho. Los artilugios, mecánicos, electrónicos, o de cualquier tipo no tienen vida propia, sino que se subordinan a las elecciones de los hombres que los utilizan, y en este carácter, resultarán funcionales a un fin humano individual. Por lo expuesto, resulta falaz e improcedente realizar una reducción fenoménica para hablar de Internet “ab nihilo”

Más adelante, la Cámara “exhorta”:
“…a la opinión pública a no dar crédito a ningún tipo de versiones calumniosas escudadas en el anonimato, siempre condenable, ni a hacerse eco de las mismas (sic) facilitando su difusión.”

Y conmina a todos los “actores” de la comunicación:
“…a asumir su responsabilidad social en defensa de la ética y de la comunicación responsable fundada en los principios de honestidad, integridad, veracidad, transparencia, lealtad y el debido respeto en su más amplio sentido.”

Durante la dictadura militar que asoló nuestro país entre los años 1976 y 1983, el General Emilio Massera proclamaba que había llegado la hora de decirle basta a la abyecta Torre de Babel, y que “la única manera de reparar tanto daño era recuperar los significados de tantas palabras malversadas”.

El penúltimo párrafo incluye un llamamiento al “cuidado” en los mensajes que circularán en Internet:
“…los mismos (sic) llegan a menores y a personas que, por su grado de madurez, educación y nivel cultural, pueden adolecer de una capacidad de discernimiento insuficiente para su correcta interpretación, lo que puede derivar en efectos y consecuencias no deseables.”

Estos “nobles” pensamientos colmaban a los integrantes de la Junta Militar que gobernó nuestro país durante la siniestra época ya mencionada, cuando recortaban programas de televisión, libros y películas para que “no nos confundiéramos”.

El Ministro de la Corte Suprema de Justicia de nuestro país, Dr. Eugenio Zaffaroni, dijo en la Conferencia del Cierre del III Congreso Internacional Derechos y Garantías en el Siglo XXI, que tuvo lugar en septiembre de 2004, en la Universidad de Buenos Aires, acerca del discurso de los medios masivos:
“Un discurso único que va desprestigiando todas las instituciones, que va provocando un estado depresivo frente a todas las posibilidades o canales institucionales, que no deja abierto ningún camino de esperanza, sólo caminos de caos, de pasatismo, de un eterno presente.”

Se hace evidente cómo el comunicado intenta mancillar un medio que no es masivo, ni forma parte del “discurso único”, así como pone en tela de juicio las instituciones democráticas, ya que en sus constantes apelaciones a un supuesto “para control” que debemos ejercer todos “con responsabilidad”, pretende sacar este accionar del ámbito del Poder Judicial, de acuerdo a nuestra Constitución, el único encargado de tal labor.

En este bochornoso menester, se aventura la CAA cuando finaliza su comunicación:

“Con (sic) tal motivo, la Cámara Argentina de Anunciantes solicita a las empresas y la comunidad publicitaria su apoyo en pro del ejercicio responsable de la libertad de expresión comercial, defendiendo así el prestigio de la industria, a la vez que convoca al público en general a colaborar en la detección y denuncia de este tipo de maniobras malintencionadas, utilizadas con la intención de manipular la opinión pública, así como el uso irresponsable de los nuevos medios tecnológicos que atenta contra la competencia leal y contra la credibilidad de la comunicación”.

Según la escritora Marguerite Feitlowitz, especialista en el discurso de la dictadura militar de hace treinta años y autora del libro “Un léxico de Terror”, los militares:
“apelaron a los rasgos retóricos que los argentinos ya conocían: la obsesión por el enemigo, una oratoria triunfalista y una abstracción exagerada para apelar a conceptos simbólicos y consignas mesiánicas”.

El discurso de las grandes empresas es vergonzoso. Sin embargo más vergonzoso aún sería aceptarlo.


Referencias:
- Roffo, Analía. (1999). “A Fondo: Marguerite Feitlowitz, Escritora”. Clarín: 5/09/99.
- Zaffaroni, Eugenio. (2005). Conferencia de Cierre. III Congreso Internacional Derechos y Garantías en el Siglo XXI, sept. 2004, en Plenario Edición Electrónica.

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